SU VISIÓN EN LOS NEGOCIOS HA ESTADO REGIDA POR LA INNOVACIÓN, POR ARRIESGARSE Y VER EL POTENCIAL  EN DONDE OTROS NO VEN NADA. SER PIONERO ESTÁ EN SU ADN. Minucioso, exigente, analítico. Un hombre de propuestas y resultados. Con todo lo que ha logrado, no se podría requerir menos de él. Roque Sevilla Larrea es uno de los personajes que ha probado el riesgo y ha sabido aprovechar las oportunidades cotidianas sin vanidad ni protagonismo. Desde su faceta empresarial, se lo conoce como el fundador y presidente de Grupo Futuro, un holding que reúne a varias empresas de diferentes rubros; desde sus pasiones, se lo reconoce como un conservacionista del medioambiente que ha logrado importantes cambios desde Fundación Natura y en varias organizaciones en las que ha participado con estrategias sólidas y alcanzables; desde el plano turístico, se le atribuye la creación de lugares únicos en espacios privilegiados y, gracias a esto, Ecuador ha podido brillar por su encanto más allá de las fronteras. Sin embargo, detrás de su tenacidad, hay un Roque lleno de ilusiones, que se conmueve con las pequeñas grandes sorpresas que da la vida y que sueña con que todos puedan ver al mundo de la manera en la que él lo ve y que se emociona visiblemente al hablar de su familia. “Ellos son mi gran suerte. Mis padres me acompañaron hasta hace pocos años y con mis hermanos y cuñados somos muy unidos. Tengo ocho nietos, tres hijos a los que admiro: Elisa Ana y Miguel; y si bien ninguno trabaja directamente conmigo, es Miguel quien me aconseja y me ayuda a decidir con su mirada millennial en muchas cosas. Pero, sin duda, es Pilar, mi esposa, quien ha sido apoyo e inspiración en estos 42 años en los que hemos sido una pareja de verdad; hay un amor profundo y miles de sueños y realidades que hemos compartido a pesar de ser radicalmente distintos. Tenemos, eso sí, aficiones compartidas. De hecho, cuando fui joyero, quise regalarle un anillo de compromiso y me dijo que prefería algo más práctico: que nos diéramos un equipo completo para bucear juntos”, cuenta mientras suelta una carcajada e indica cientos de fotografías que guarda en su celular de todas aquellas increíbles aventuras marinas en las que se sumerge con su esposa. Ahí se los ve felices, tomados de la mano, en la profundidad de Galápagos mientras nadan junto a un enorme tiburón ballena “MI COMPROMISO CON EL PAÍS ES PROFUNDO Y REAL. ESTOY DISPUESTO A AYUDAR SIEMPRE AL GOBIERNO PARA CUIDAR EL MEDIOAMBIENTE Y EL ÁREA DE GALÁPAGOS. EL TEMA DE LAS FLOTAS CHINAS ES TERRIBLE.” Pero en cada historia de logros y de realización, siempre hay un inicio. Y es ahí cuando aparece un niño que nació el 16 de julio y que por ser el Día de la Virgen del Carmen, casi se llama Carmelo; al que le encantaba jugar al Monopolio y siempre ganaba cada partida, lo que le hizo imaginar que los negocios podrían ser lo suyo. Un pequeño que no era aventurero, pero que le encantaba ir a la finca -Santa Ana- de su abuelo, en Baños, junto a sus padres y sus hermanos quienes disfrutaban, irónicamente, de la cacería. Ese niño, al que finalmente lo llamaron Roque, tuvo como médico a Carlos Andrade Marín, quien luego sería alcalde de Quito y que también fue parte de su inspiración de vida. Ese joven, lleno de vivencias e imaginarios, que viste zapatos deportivos y esboza una sonrisa a su andar, está a punto de cumplir 72 años. Cumplió su sueño de ser alcalde de Quito, ha sido un visionario en el mundo de los negocios y se ha entregado por completo a crear espacios únicos, con la sensibilidad de quien ama la naturaleza bajo la mirada analítica de quien estudió Economía. “Los sueños con trabajo y empeño se cumplen nomás, es un hecho”. Casa Gangotena, Mashpi Lodge, Finch Bay son joyas turísticas de Ecuador. ¿Cómo visualiza y da forma a esos proyectos?  Siempre, siempre tienen que ver con el lugar. El sitio tiene que ser tan sobrecogedor que, cuando uno llegue, no se pueda olvidar jamás de lo que ha visto. Una vez que se encuentra el sitio, empiezan los estudios de factibilidad, los equipos multidisciplinarios y yo pongo el ok final. Y está por iniciar un gran proyecto ¡en Colombia!  Sí. Hemos concretado un proyecto maravilloso, Wayabero, en honor al río que atraviesa por la zona y que estará ubicado en la Sierra de la Macarena. Es una joya que nosotros queremos compartir con el mundo. La construcción inicia en agosto de este año. ¿En una zona que podría resultar complicada?  No, para nada. Tenemos la suerte de estar bien asesorados con el aval del gobierno colombiano. Es una zona que vivió 50 años de guerra y eso impedía ver la belleza de este sitio espectacular y que ahora tendrá un negocio de paz. Definitivamente, la estética es una de las características de sus propuestas… Yo quiero proyectos excepcionales. A pesar de ser economista, sé que la belleza produce buenos resultados. La arquitectura y las construcciones feas me parece algo indigno. Tiene que ser hermoso y después económicamente rentable. Así han sido mis proyectos y ¡han funcionado! En retrospectiva, de todas sus inversiones, ¿quién ha sido su aliado estratégico todo este tiempo? Mis negocios siempre han tenido que ver con el sol. Yo he sabido ver la ventaja de nuestra posición geográfica. En la zona ecuatorial específicamente, por efectos de altura y de cómo los rayos solares nos benefician, hemos podido producir las mejores rosas, hay un clima maravilloso que permite un flujo turístico constante, los sabores más intensos, las frutas más dulces -pronto estaremos produciendo los mejores arándanos, y yo tengo negocios relacionados con todo aquello. ¡Está en el negocio del sol! Exactamente y ahora también estoy con negocios que tienen que ver con energía solar, pues tenemos la planta más eficiente del mundo, en Salinas de Ibarra. A usted se lo conoce como un amante de la música. Si su vida tendría una banda sonora, ¿cuál sería? ¡Qué difícil elegir! Yo vibro con la música, me emociona hasta las lágrimas pues soy muy sentimental. Creo que El Moldava, de Bedřich Smetana resuena en mi mente mientras camino por la selva. Y hablando de música, usted está en el camino de ser un gran pianista… ¡Qué va! (risas) Me inscribí hace cuatro años en clases de piano, porque mi hijo me dijo que lo hiciera, que no me quede con ganas de hacerlo. Ya toco varias piezas, pero Mozart es mi favorito. Y claro, me quedo con la lección más grande: nunca es tarde para aprender.  Fuente: Nuestro Mundo Air Magazine / María José Troya